Este y dos posts más que tengo “en bruto” en mi portátil los voy publicando ya desde Barcelona. Motivos profesionales (hoy en día no puedes decir no a nada) y el hecho de haber podido suministrar material gráfico sobrado al proyecto de Nepal is Màgic, me han traído de vuelta a casa. Incluso es probable que escriba algún post más movido por la nostalgia que me trae el ir postprocesando la cantidad ingente de fotografías que he tomado. Todo ello me devuelve a la magia de momentos increíbles que he pasado en Nepal.
Una de las cosas que más me ha
sorprendido de este viaje es cómo un mismo espectáculo se adapta al
público que lo recibe. Ya expliqué en un post anterior cómo rieron
los internos de una prisión de alta seguridad con las magias y
situaciones cómicas pensadas para niños. Pero esto también dice
mucho del perfil del Magic Andreu.
En dos semanas le he visto “birlar”
el bolígrafo a un director de escuela, a un preso y a un miembro del
Rotary de Katmandú. La reacción en el momento de la devolución ha
sido la misma, aunque se trate de entornos bien diferentes:
-A
present for you, my friend-, y luego las carcajadas tanto de la
víctima como de los presentes.
Esa es la magia a la que he podido
asistir todos estos días, la constatación de que todas las personas
somos iguales ante el humor.
Recordando a Harpo
Repasando mentalmente estos
acontecimientos en un ajetreado taxi por las calles de Katmandú, me
vino a la memoria la autobiografía de Harpo Marx. La leí hace cosa
de un año, y aún recuerdo ese agradable sentimiento de igualdad
universal de los hombres, unidos por el humor.
Cuenta Harpo en su biografía que
acudió a una fiesta de alto copete en Nueva York a la que asistían
un buen número de invitados multimillonarios. Uno de ellos, un tanto
achispado por el champán, vino a saludarle muy cordialmente, cosa
que el cómico aprovechó para “birlarle” la cartera. Contó el
dinero que había y posteriormente se la devolvió.
Minutos más tarde se volvieron a
encontrar.
-Puedo adivinar exactamente cuánto
dinero lleva Vd. en su cartera- anunció.
El multimillonario, incrédulo, le
desafió. Y su sorpresa fue monumental cuando vio que citaba
exactamente la cifra.
-¿¿Cómo lo has hecho?? ¿Tienes
algún poder?-
Harpo Marx le confesó que le había
“sustraído” la cartera y que después de contar los billetes se
la había devuelto. Carcajadas. Aquí nació una franca amistad entre
ambos personajes.
Esta misma sensación la he podido
palpar al lado del Màgic Andreu. Su humor transgresor no tiene
fronteras ni status. Iguala a todos en la risa de una manera que hace
comprender enseguida que, pese a las diferencias, los hombres y
mujeres del mundo tenemos un idioma universal: el humor.
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